Hay quienes pregonan que la era de las mujeres parece haber terminado y que el activismo político y social que las caracterizó en décadas pasadas desapareció en medio de un aparente silencio que se manifestó en el ámbito público de los últimos años. Esta “ausencia” política se puso de relieve en medio de los acontecimientos de este mes. Un mes en el que el país despertó a una realidad que había querido ignorar tercamente y a pesar de todas las señales de alerta. Las mujeres no fueron la excepción, pero me atrevo a decir que muchas de ellas, de nosotras, no estábamos ni dormidas, ni silentes, ni ausentes. Simplemente estábamos ahí, pidiendo ser escuchadas y a la vez esperando el momento en el que alzar nuestras voces tuviera relevancia para todas y todos y no simplemente para unos cuantos escuchas empáticos con nuestras causas.
Sin pretender explicar en una breve columna las complejas causas por las cuales se hace tan difícil concertar un movimiento de mujeres que les garantice espacios políticos, económicos y sociales justos, sí debo decir que todavía nos queda por construir una visión común a todas y un sentido de pertenencia a un género que tiene su propia perspectiva de mundo y sus propios ofrecimientos y alternativas a la hora de construir una nación. No nos basta con pertenecer a los grupos que trabajan por las muchas causas que nos parecen urgentes como las luchas sindicales, ambientales y aún las de los partidos políticos. Eso no es suficiente, eso nos hizo ceder el liderato y acallar nuestras ideas y preocupaciones. Ahora estamos listas para estar presentes, y además, no nos queda otra opción. Estamos presentes de verdad, diciendo que no somos iguales a los hombres y que eso no nos hace ni mejores ni peores que ellos. Estar presentes es reclamar espacios de diálogo y aportar desde nuestras experiencias, desde nuestra visión de mundo, desde nuestros amplios conocimientos en múltiples disciplinas. Si estamos presentes, creceremos, aprenderemos y nos moveremos hacia donde siempre hemos querido movernos: la equidad.
Cuando las mujeres nos negamos a asumir el rol de princesas desvalidas que nos asigna la sociedad, inmediatamente nos convertimos en brujas y rebeldes. Pero, después de todo, ¿es tan malo ser una bruja rebelde? Reafirmar nuestra identidad, reclamar espacios para la equidad es cosa de todas... de brujas y ex-princesas.
6.6.06
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
Las últimas de la fila
No recuerdo que alguien me haya dicho de niña que debía ser la última en comer. Pero lo aprendí. De adulta, al cocinar o comprar comida par...
-
El día que le dije a mi mamá que estaba enamorada de una mujer, lanzó un alarido terrible, largo y desgarrador. Fue como si alguien ...
-
No se puede querer ser celebrity o influencer y defensora de derechos humanos a la misma vez. No se puede querer quedar bien con todo el mu...
-
Sobre #Lisha y la remoción de #Nazaret hay mucho que decir más allá del tema emocional que tanto ha afectado al país. 🔺 El Departamento d...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario