La violencia es mucho más que golpear y violar. Ambos actos son manifestaciones de violencia pero no su definición. La violencia implica terror, coacción, crueldad, fanatismo y hasta rabia. En Puerto Rico muchas veces se simplifica la definición de violencia. Quizás porque así podemos ignorarla mejor.
El próximo 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional de No Más Violencia Contra las Mujeres. Esta fecha puede pensarse como una fecha alusiva a la violencia doméstica o a la agresión sexual. Sin embargo, su alcance es mucho más amplio pues nos obliga a repensar la violencia en todas sus manifestaciones.
La violencia por razón de género es controvertida. Siempre hay alguien que niega su existencia y siempre hay alguien que la justifica utilizando argumentos que van desde lo religioso hasta lo económico, pasando por lo científico. Sin embargo, esto sólo demuestra que los prejuicios por razón de género están tan arraigados en nuestras mentes que la falta de equidad puede ignorarse y convertir la doble vara de los prejuicios en la peor de las violencias ejercidas en contra de las mujeres.
Esa doble vara de prejuicios es la que ha contribuido a la feminización de la pobreza, a las políticas públicas que ignoran sus necesidades, a su exclusión de las páginas de la historia y de los círculos políticos y económicos de poder. ¿Qué mayor violencia que someter a alguien a una categoría de segunda y encontrar todas las excusas posibles para que ese estado se perpetúe? ¿No es la exclusión una manifestación de la violencia?
Se ha caminado un largo trecho en la búsqueda de justicia para las mujeres y aún queda mucho por caminar. El problema de falta de equidad y la violencia como un derivado de la misma aún nos reta por su complejidad. Podemos afrontarla desde diversos espacios pero debemos recordar siempre que todas nacemos iguales, con los mismos derechos a la vida, al desarrollo y a una vida digna. Somos la mitad del país y también negras, jefas de familia, obreras, de clase media, pobres, estudiantes, empresarias, lesbianas, cristianas o ateas, ciudadanas todas e integrantes de otros grupos que también pueden ser excluidos. Luchar por la equidad y la justicia para las mujeres implica luchar por la equidad y la justicia para toda la sociedad.
Cuando las mujeres nos negamos a asumir el rol de princesas desvalidas que nos asigna la sociedad, inmediatamente nos convertimos en brujas y rebeldes. Pero, después de todo, ¿es tan malo ser una bruja rebelde? Reafirmar nuestra identidad, reclamar espacios para la equidad es cosa de todas... de brujas y ex-princesas.
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