2.2.07

La violencia de la Policía

Cada vez que visito con mis hijos la Oficina de la Procuradora de las Mujeres, mi hijo mediano cuenta las banderas violetas que se asoman desde su balcón. Las cuenta porque sabe que cada una representa una mujer muerta. Luego de contarlas su comentario siempre me conmueve: “¿Mami, por qué siguen matando mujeres?”.

Con el caso del policía de Aibonito y las reacciones de sus compañeros, se confirma la importancia de que a la violencia doméstica se le dé prioridad como un asunto de salud pública y de derechos humanos. No basta con que exista una Ley 54 si los encargados de implementarla reproducen los patrones de pensamiento de los agresores. Y que quede claro que no estamos hablando de problemas sicológicos. La violencia que emana de la propia policía no es meramente un problema de salud mental. De hecho, si fuera sólo eso, trabajar con ella tal vez sería menos complejo. Los llamados del Superintendente de la Policía para que éstos busquen ayuda son inútiles ante toda una construcción de pensamiento que justifica la violencia.

Existen en nuestra sociedad pensamientos recurrentes que aún no hemos logrado erradicar. Son pensamientos que se instalan en nuestras acciones. Son en realidad premisas que justifican actos violentos en contra de las mujeres por celos, por amor, por deseo o por mero ejercicio de poder. Quien piensa así, y además cree que está pensando correctamente, no buscará ayuda sicológica, no identificará señales de alerta antes de cometer un acto violento, ni tratará de evitar hacer daño. Si las personas que le rodean, aún sus propias víctimas, piensan igual, no sólo pasarán por alto los indicadores de peligro, sino que además lo justificarán y apoyarán cuando deba enfrentar el sistema de justicia.

A la Policía de Puerto Rico hay que hacerle claro lo que supone ellos entendieran hace tiempo: Aquí no se tolera la violencia doméstica ni ninguna otra manifestación de ésta. A nuestro país en general hay que hacerle claro el mismo mensaje. Pero claro, debemos empezar por quienes se supone que protejan la ley en vez de fiar a compañeros delincuentes, ¿o no?

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