Muchas veces, los partidos políticos que ganan las elecciones piensan- desde la arrogancia del triunfo- que tienen en sus manos el poder de validar o invalidar los movimientos sociales y económicos que existen en el país y de elegir a quiénes se da espacio en la gestión de gobierno y a quiénes no. ¡Qué equivocados! Todo gobierno necesita de los movimientos y acciones sociales para validar su existencia. De lo contrario, no sería una democracia y no lograrían gobernar. No tendrían quienes caminen a su lado el tramo de cuatro años que tienen por delante. Si menosprecian los movimientos- como el de mujeres- demuestran que no sirven al país sino a otros intereses.
Unas elecciones como las pasadas, en las cuales se votó desde la desinformación y el miedo, no representan un mandato para que quien ganó nos imponga una plataforma política que casi nadie leyó. Representan un llamado contundente para que los diversos movimientos sociales y políticos del país, los que defienden la equidad, asuman su responsabilidad para dar vida y dotar de acción el ejercicio de una democracia participativa real.
¿Necesitamos que este o cualquier otro gobierno nos legitime? ¡No! El espacio político es nuestro. Somos nosotras, la gente común, la que valida o invalida las acciones de los gobiernos. ¡Qué gran tarea! Sobretodo porque nos reta como ciudadanas y nos impone como obligación el mirar el país desde una perspectiva ética que valore a otros seres humanos, se solidarice con sus realidades y se sobreponga a la tentación de actuar sólo para el beneficio propio. Estamos obligadas a actuar a partir de esa mirada y ser, más que testigos, gestoras de una nueva manera de construir la realidad… para la paz.
En el caso de las mujeres- feministas y solidarias- no será el ejecutivo o la rama legislativa quien nos diga cómo marchar hacia la equidad. Antes hicimos nuestro camino y con él el camino de miles de mujeres que hoy se benefician de derechos que antes les fueron negados. Ahora continuaremos el camino y acompañaremos-seguramente- a otros movimientos porque la equidad es para todas/os.
Cuando las mujeres nos negamos a asumir el rol de princesas desvalidas que nos asigna la sociedad, inmediatamente nos convertimos en brujas y rebeldes. Pero, después de todo, ¿es tan malo ser una brujita rebelde? Reafirmar nuestra identidad, reclamar espacios para la equidad es cosa de todas... de brujas y ex-princesas.
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